Por Marita Seara.- El camino de Lisboa a Nazaré estuvo lleno de música portuguesa, melodiosa: hace que te impregnes de un poquito de esa “saudade”, nostalgia, añoranza, recuerdos. Es como el bolero…te quedas ahí, atónita de placer.
Agosto 2019. Ni se nos asomaba por la mente una película de ciencia ficción donde un virus letal nos mantendría separados de toda esa maravilla que teníamos en nuestro andar.
Nazaré es un pueblo hermoso. Sus casas blancas, su mar azulísimo o verdísimo (depende de cómo y desde donde lo veas), las barcas de colores, el acantilado esperándote. Es esa mezcla de contemporaneidad (no modernidad) con tradición. Es el contraste de hombres y mujeres, muchas de las cuales permanecen calladas, observadoras entre sus trajes (negros a veces) de antaño.
Yo imagino a Nazaré como ese pueblo en el que nada pasaba. Lo caminabas por sus calles estrechas mientras la gente hacía su día en ellas, llenas de sillas que te invitaban a sentarte y conversar entre vecinos mientras otros volcaban sus ropas al sol a través de sus ventanas y en plena calle. Por estas calles se aloja el “barrio dos pescadores” y aunque podamos pensar que lleva toda una eternidad, solo pudo ser habitado después del siglo XVII ya que antes era sólo agua.
Aún en esas calles puedes ver esa parte de Portugal que vi en Lisboa y que me esperaba en Oporto: sus azulejos.
Hay una magia especial. Esa magia que no sólo se remite a las piedras, a las calles, a la gente sino al mar, a las olas cuyo tamaño hoy definen a Nazaré como la meca del surf.
El funicular te lleva allí, a lo que le denominan el “Sitio”. Pero si sufres de vértigo como Manu, mejor ni lo intentes. Llegamos a la cima del acantilado en Vicky, “esa vieja” Land Rover. Allí te encuentras ese otro Nazaré, el Mirador de Suberco y el Faro de Nazaré a lo alto del acantilado, a solo 110 metros de altura. Una plaza pintoresca, con mujeres en sus trajes típicos y las delicias de la zona, entre ellas, el famoso pescado seco (que suele ser bacalao…y que yo adoro). Allí se aloja la catedral barroca Nuestra Senhora de Nazaré, donde se encuentra una famosa estatua antigua de una hermosa Virgen negra amamantando al Niño Jesús a la vista de tod@s (para que se dejen de tonterías). Se dice que fue tallada en Nazaret (Israel) y, fue a su llegada a este pueblo portugués, que la villa recibió el nombre de Nazaré.
Da igual si no eres surfista. Quedas atrapad@ por la maravilla de esa vista y por lo que debe ser, ver romper frente a ti esas enormes olas, olas que algunos dicen tienen la altura de un edificio de 10 pisos (cuidado si no más). Estas olas son producidas por un cañón submarino – a casi 5 kilómetros de profundidad y más de 200 kilómetros de largo- que termina justo antes de la costa de la ciudad. Se han visto olas de más de 20 metros de altura (y hasta de 30 también).
The New York Times, reseña una declaración de uno de los mejores surfistas de la historia de este deporte:
“Cuando McNamara vio por primera vez los muros gigantes de agua en 2010, ‘fue como encontrar el Santo Grial’, dijo. ‘Había encontrado la ola que siempre se mueve’. “Un año más tarde, en 2011, McNamara estaba listo para surfear las olas de Nazaré en alguna zona cercana a sus cúspides. Aquel noviembre, conquistó una ola de casi 24 metros, por lo que rompió un récord y Nazaré se convirtió en un nombre reconocido en todo el mundo del surf”.
Pero en 2013, surfeó una de 30 metros, mientras poco después una de 33 fue surfeada por otro surfista, Benjamin Sanchis. Y hay quienes dicen que se han surfeado olas de más de 40 metros. Pero esto se lo dejamos a las personas conocedoras y amantes del surf.
Si quieres ver las olas, estás se levantan desde noviembre a marzo.
El museo de los surfistas y, gracias a Dios, de algunas surfistas, te maravilla. Hombres y mujeres que desafían la adrenalina sobre esas tablas hermosas que te llevarían a navegar por esas aguas peligrosas y según muchos expert@, impredecibles. Las tablas de surf son verdaderas maravillas.
Mientras veo las fotos y recuerdo aquellos días, me pregunto cómo será Nazaré en esta «nueva normalidad». Tal vez tomemos conciencia, disfrutemos, pero no nos apiñaremos como hormigas…y aún así (y hasta mejor) disfrutaremos de una cerveza viendo ese océano, la gente, el pescado seco, las olas…
Algunas tradiciones y curiosidades:
Al salir de Lisboa rumbo a Nazaré nos encontramos con una realidad. Todas las estaciones de servicio son prepago y no puedes poner mas de 15 euros o 25. Como nos dijo un habitante de Nazaré: «rodeas la rotonda, entras a la estación, pones el diesel. Sales, rodeas la rotonda y pones más… y así».
Como ya os he mencionado en otros artículos, la aplicación si vas con tu caravana, Park4Night, es maravillosa. Encontramos verdaderos lugares mágicos para descansar y dormir con el sonido de las olas.
Como os comenté, muchas mujeres recrean las vestimentas tradicionales. Están provistas de una falda corta, bajo la cual se encuentran nada más y nada menos que siete combinaciones. ¡Siete! Y estamos hablando del mes de agosto. La explicación de tantas capas “hay que buscarla en los tiempos en los que las mujeres se sentaban en la playa a esperar a sus maridos pescadores. Para abrigarse del frio viento marino se tapaban con las faldas superiores en forma de capa la cabeza, espalda y brazos”.
El funicular se inauguró en 1889, según un proyecto de Raúl Mesnier, discípulo de Gustave Eiffel y responsable del Elevador de Santa Justa, Lisboa. Cubre una distancia de 318 metros con una inclinación del 42%.